23 de jul. 2010

meritoria

Si pudiera elegir, pediría vivir dos muertes.

Prepararía con esmero el ensayo general, meditaría los pasos, esogería el mejor decorado para los grandes monólogos.
Antes de salir al escenario prepararía cada personaje, lo alimentaría de buenas decisiones, le construiría una biografía con las incoherencias justas de la ficción realista.
Repetiría una vez y otra cada escena hasta dar con el matiz adecuado.
Reescribiría el guión sobre la marcha y una voz en off me acompañaría a todas partes.
Los efectos de luz me borrarían las arrugas y el vestuario cubriría las carnes de mi personaje-persona.
Los besos darían pie a amores en verso y las pérdidas serían tragedias en tres actos con moraleja a pie de página.

Si pudiera elegir moriría dos veces.

Porque la noche del estreno todo falla.
Y el vestido se rasga y se apagan los focos y el galán llega tarde y no se llenó el teatro.
Y te quedaste en blanco, sólo la improvisación te salva
Entonces hueles el miedo y se agudiza el instinto.
Sudan la pieles y se empinan los nervios, no hay guión que valga porque empezó tarde el espectáculo.
Los errores entonces son ridículos y sonrojan el buen gusto del respetable.
Puede que tropieces, pero antes de besar el suelo siempre habrá quien te recoja. Mírale al fondo de los ojos, detrás de los párpados, más allá del cerebro hasta que tu mirada rebote al otro lado de cráneo.
Y al salir de esa mirada, agárrale fuerte de la mano
Los besos sabrán a ajo, pero te harán temblar las entretelas.
Y cuando bajes del escenario, derrotada y exhausta, abrázate a quién te apetezca sin pedir permiso.
Acaricia tantos cuerpos como te pida el cuerpo.
Y aplaude, porque un aplauso, unido a otro y a otro y a otro hacen una ovación.

Si pudiera decidir, viviría dos muertes, para morir dos vidas.